Mes: febrero 2014
Protagonista, el otro
Este es uno de los capítulos del libro
HABLAR EN PÚBLICO Y EN PRIVADO: LAS SITUACIONES QUE NADIE TE COMENTA
“PROTAGONISTA, EL OTRO” (Presentar a un escritor, a un conferenciante, a un científico…)
Sin llegar a tratarse siempre de un acto solemne, nos encontramos en situaciones frecuentes (una fiesta de cumpleaños, un aniversario familiar o laboral, una reunión de antiguos alumnos, el recibimiento a un profesor visitante…) en las que le pueden encargar a alguien que tome la palabra para introducir a otra persona.
Hay que tener cuidado porque, como afirma Juan Antonio Vallejo Nájera, “hablar en público se convierte en un vicio”. El peligro está en no saber dónde están los límites entre la parte competente y necesaria y esa otra que traspasa la notoriedad para adquirir tintes de egolatría.
Es cierto que a veces no sabemos qué decir y otras, sin embargo, no sabemos cuándo hay que callar. Como le ocurrió al usurpador del protagonismo en la siguiente historia.
EL INTRUSO
Había asistido a multitud de presentaciones de libros, pero desde que presenté el mío Entra o sal, pero no dejes la puerta abierta no había acudido como protagonista. Aunque la mayoría confesaban que el placer estaba en la escritura y veían las presentaciones como exigencias editoriales, yo envidiaba verles ahí tan colocaditos, en el centro de un escenario con todas las miradas puestas en ellos y tantos oídos dispuestos a escuchar cada palabra que saliese de su boca.
Lo mío fue un fenómeno fugaz, un divertimento desbaratado donde me metía con todos los sectores de la sociedad. Por eso tuvo éxito y se interesó pronto una editorial en las que todo escritor sueña tener su pequeño espacio. De hecho, no sé si sería capaz de describir el placer que sentí al ver mi nombre en el catálogo. El problema fue que no dosifiqué mi material para varias sagas, como hacen los visionarios de altas miras, y agoté todos mis insultos y críticas en un solo volumen. Eso sí, de nada menos que 800 páginas. Porque, ya me lo dijo un amigo enteradillo, ahora los libros, aunque no se lean, parece que se vendan a peso. Así, los que leen para vacilar a los colegas pueden utilizar argumentos bien convincentes:
– Mira, acabo de leerme la ultimísima novedad del mercado editorial. No recuerdo el título, ni el autor, ni la trama, ni los personajes, ni el mensaje… Pero es buenísimo. Fíjate que tiene 427 páginas –es que mirar las páginas exactas, y además recordarlas, es fundamental para dárselas de buen lector.
– Oye, pues sí que debe de ser bueno, sí –suele responder el ya interesado amigo.
Y mediante estas deducciones fue como llegué a descubrir por qué unos libros triunfaban y otros no.
Es obvio, pues, que tenía estrategia, contactos y recursos. Solo me faltaba dar con un buen argumento (¿de dónde sacarán los escritores tantos temas?) y encontrar el momento para sentarme a escribir. Pero todo ello requería su tiempo y la adaptación a la personalidad de cada uno. A mí no me va eso de dedicar todos los días unas horas a la escritura. Los auténticos artistas no nos regimos por normas. Las cosas salen cuando han de salir.
Diez años habían pasado desde aquel libro milagroso que me acercó a multitudes. Desde aquel año de presentaciones y eventos había permanecido entre bambalinas escuchando a los demás. Pero, de repente, llegó uno de esos momentos soñados: de nuevo iba a participar en una importante actividad literaria. Mi agente, viendo que estaba un poco ocioso, se las ingenió para que me propusieran presentar el libro de uno de los autores más cotizados de este país. Como es de imaginar, acepté al instante.
Estaba emocionado. De nuevo ahí, en el centro del campo, dispuesto a meter goles a la audiencia. Como no había leído nada de dicho autor, hablé de lo que más sabía relacionado con el entorno en el que nos encontrábamos. Les hablé de mi propio libro. Después de todo, habían pasado unos años y no estaba de más recordarles algunos detalles que me limité a explicar en apenas media hora. Luego conté algunas anécdotas personales sobre mis experiencias en el mundo intelectual y les regalé algunos de mis consejos para hacerles el honor de tener la visión de un experto en la materia.
Después de una hora, en la que la representante de la editorial no dejaba de mirar el reloj (no entiendo a qué venían tantas prisas), el autor intervino sin que nadie le diese la palabra para decir algo que no recuerdo. Imagino que algo sobre su libro. Cuando acabó, la gente aplaudió a rabiar. Lógicamente, el aplauso era para los dos.
Mi propósito había sido realizar una presentación inolvidable y cumplí con mi objetivo. No creo que nadie la olvide. De hecho, cuando terminó el acto, la representante de la editorial, que debió haberse quedado muda escuchando mis palabras, recuperó el habla para decirme:
– Mire usted, creo que debería encerrarse a escribir ya mismo y dejar las presentaciones para otras personas más humildes.
Evidentemente, no me quedó otro remedio que agradecerle el halago. Debí impresionarle tanto que con sus palabras me invitaba a una nueva publicación. Ya sabía yo que ese no era mi sitio y que el escenario se me quedaba pequeño.
Por desgracia, hay mucha gente así. Como no quieren escuchar lo que no les interesa, solo se escuchan a sí mismos.
PARA MEJORAR Y DIFERENCIARSE:
- Estate atento a las intervenciones de los otros para no ser repetitivo. Si eres el moderador de un acto, has preparado unas palabras sobre un escritor y te percatas de que el presentador del libro acaba de decir lo mismo sobre él, no repitas por mucho que te lo hayas preparado. Destaca otras cualidades, simplifica, improvisa, pero no aburras solo para lucirte con algo que, además, ya no va a interesar.
- Piensa en el público. Si la persona que tienen delante es conocida por la mayoría no hace falta insistir en aspectos sabidos por todos, aunque siempre hay que resaltar de algún modo sus méritos. Si, en cambio, se trata de alguien cuya línea de trabajo es novedosa, por la razón que sea, convendría comentar aquello que facilite la comprensión del asunto que congrega al auditorio.
- Sé prudente. No hables de asuntos confidenciales que atañan al conferenciante, ni desveles el final de una novela si se trata de una presentación literaria. Lo que interesa no es lo mucho que sabes sobre la vida de alguien o sobre el contenido de un libro, sino que expliques por qué debemos escuchar a ese alguien o crear expectación sobre el contenido aludido.
- Discreción y eficacia deben ser tus máximas en este tipo de acontecimientos.
- Infórmate sobre el tema y sobre la persona que vas a introducir a fin de poder transmitir interés al auditorio y predisponerles a la escucha del orador principal. De ese modo, también podrás lanzar alguna cuestión para introducir el debate en el caso de que el público no se anime a intervenir.
- Jamás utilices una presentación o un homenaje a otra persona como pretexto para hablar de ti mismo. Es una falta de consideración tremenda hacia quien ha confiado en ti.
- Permanecer en la sombra también es un arte. Esta es una ocasión para agradecer y felicitar. Todas tus palabras deben orientarse a valorar los logros de quien presentas, no los tuyos.