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Presentación de Musas del aire (por Rafael Soler)

MUSAS DEL AIRE

María Ángeles Chavarría

 Dice el diccionario que de “Musa” el diccionario dice que son divinidades inspiradoras de las Artes, y que cada una de ellas está relacionada con ramas artísticas y del conocimiento, y que bajaban a esta tierra de nuestros pecados a susurrar ideas e inspirar a aquellos mortales que las invocaran. Y son las musas, más concretamente las “Musas del aire”, las que hoy nos convocan en una nueva entrega de esta inquieta y prolífica escritora que atiende por María Ángeles Chavarría, filóloga experta en Comunicación, Publicidad, Marketing y Dirección de Empresas, amén de escritora de vario registro: poesía, narrativa y ensayo no son géneros ajenos a su pluma, como bien demuestran algunos de sus más característicos títulos: ”Cada día una greguería”, “Cómo enfocar los cambios”, “Los bolsillos de mi abuelo”…

Mucho ha llovido desde aquel tiempo no tan lejano en que una curiosa y menuda María Ángeles escribía de memoria en su cabeza “Luna lunera”, algo así como un microrrelato que ya daba buena cuenta de su irrenunciable condición de escritora, interesada siempre por la fugacidad de la vida, el tiempo como testigo y condena. Hay que decir ahora que María Ángeles se considera ante todo poeta, y que vive felizmente atropellada por su éxito, de libro en libro camino de una conferencia, un taller de escritura, o una de las clases del máster universitario que dirige sobre formación del profesorado en enseñanzas medias. Estamos ante una escritora infatigable, versátil, rigurosa en su dar y en su hacer, que hoy viene acompañada por diez musas, de vario testimonio repartido en cuarenta y ocho piezas cortas que prenden desde sus primeras líneas la atención del lector, como ocurre siempre cuando el arte de contar iguala o mejora lo contado.

Diez musas, decía, invisibles, rotas, libres, diferentes, musas de la palabra y musas del desamor, musas de la igualdad y musas de interior, musas que buscan y musas de la esperanza;  y todas bien vividas y con mucho que contar. Pues de eso va “Musas del aire”: ofrecernos un espejo donde se reflejan los desmanes que estos tiempos raros causan en una sociedad muchas veces desorientada. A nadie se le escapa que todo es ahora provisional, imprevisible, líquido, por utilizar una expresión al uso, y muy desoladora para quienes buscan suelo estable, futuro previsible, un horizonte donde tallar legítimos proyectos, hijos, hogar, empleo, ocio, que de todo hay en la viña del Señor, y tiene cada cual su manera de acodarse en el mundo sin daños a terceros. Pintan bastos, que diría un castizo, y es muy de agradecer el libro que hoy acompañamos por lo que tiene de denuncia y, también, de golpe de aire fresco, de propuesta optimista sin buenismo, algo así como el grito de apoyo de un hincha a su equipo cuando juega en campo ajeno y va perdiendo. En este perro mundo nuestro, dicho sea con cariño, hoy perdemos todos. Pero tenemos el consuelo de libros que podríamos calificar de libros bastón, libros de andar por casa para salir de casa, libros vitamina, libros en fin como “Musas del aire”, que mucho ofrecen en sus páginas: interés por lo ajeno, denuncia de lo impropio, mirada y canto para un futuro que ya es presente.

Y para muestra, un botón. O mejor, si me permiten, un pequeño muestrario de botones.

Para empezar, y en el relato que abre el libro “El escondite imperfecto”, asistimos en apenas una página al encuentro de dos almas gemelas: mujer – “huérfana de centelleos” nos dice la autora – en busca de cobijo en un centro comercial, y un vigilante – “vaciado de voluntades” – que su deber cumple hasta que ella, en un giro inesperado, le toma de la mano. Preguntará el lector: “¿y eso es todo?”; pues sí, eso es todo, y mucho es por cuanto, no diciendo dice sobre el desamparo y la soledad.

Segundo botón, tras dejar atrás en el capítulo de “Musas Invisibles” a una abuela que es todo caramelo y mariposa, el indeseado precio que pagará Jimena por su embarazo, esa pulcra residencia – una aséptica manera de llamar a los asilos – donde el tiempo transcurre siempre despacito y sin fisuras, para llegar a “Musas rotas”. De la atenta y compasiva mirada de María Ángeles Chavarría a los abandonados bien hablan estas Musas Rotas, donde tienen voz las mujeres maltratadas (en el relato “La tortura de la risa” encontrará el lector esta jugosa reflexión: “Cada pregunta encierra un mundo repleto de desprecios. Cada respuesta, un imposible. No hay respuestas lógicas para un comportamiento incomprensible”), y con las mujeres maltratadas, los desheredados,  la depresión, el acoso infantil y el aborto. Con permiso de nuestra autora leo el texto que, bajo el irónico encabezamiento de “Una tarde distinta”, bien demuestra el talento de su autora.

“Aquella tarde me levanté de la siesta más segura de mí que nunca. Es curioso que nunca me haya sentido segura de mí, pero aquella inmensa tarde lo estaba.

Aquella tarde me despedí.

– Disculpe usted -le dije a mi jefe – Mañana no me espere. Estaré suicidándome. Ya no puedo vivir con este sueldo miserable.”

No se puede decir más con menos. Algo habrá que hacer para salir de este pantano donde una legión de nuevos pobres tienen trabajo mal retribuido, y muy pocas esperanzas. Suicidarse no es el mejor camino: avergüéncese nuestra clase política por su falta de grandeza, por sus miserables pugnas partidistas donde solo cuenta el propio ombligo.

Tercer botón. “Libro de musas “, decía, donde mucho tienen que contar las musas de la igualdad, como esa joven que hace de su matutino aseo personal un ajuste de cuentas con el jefe que despidió a su novio para tenerla cerca, perdiendo al fin trabajo y novio; o la charla entre dos aspirantes en “El candidato ideal”, manual de instrucciones dictado por quien mucho sabe para superar con nota ese trance amargo que esconde el inocente calificativo de “entrevista”.

Libro de musas que recoge un canto a la libertad, a la rebeldía bien llevada, al amor como bálsamo, a la misericordia, sí, misericordia por el otro que somos todos, cada cual con su espejo y sus pequeñas miserias, cada quien aferrado a su madero en este asunto vertical y transitorio que llamamos vida y transcurre deprisa y a lo suyo. Si pintan bastos, nos dice la autora, sal de casa para que pinten copas; si hay amores que matan, también algunas veces hay que matar a ese amor no correspondido que poco a poco con saña te aniquila; si otros van, vuelve tú allí donde tenga todo un sentido.

Escribía Vicente Torres en el blog “Periodista Digital”, a propósito de su libro de poemas “Tránsito de la mirada”, y abro comillas, “las cosas deben ser pensadas y meditadas, lo cual puede dar lugar a ese tránsito de la mirada, a cambiar la perspectiva con que se miran…pero no solamente pretende la autora presentar modos de mirar la vida de modo distinto al acostumbrado, sino que también incita continuamente a sonreír mediante el uso de sus abundantes recursos literarios”, fin de la cita, que suscribo íntegramente pues es aplicable al libro que hoy presentamos: “Musas del aire” nos ofrece, con difícil sencillez, otra mirada, siempre lúcida, de nuestro cotidiano deambular por este asunto pasajero y vertical llamado vida.

Cuarto botón y voy terminando. “Me he desdibujado, y no encuentro mi contorno. Tanto quise quererlo, tanto me bronceé de su persona que anulé la mía”, reflexión que da buena cuenta de las destrezas líricas de María Ángeles y que bien podría ser un altavoz de cuanto piensan las “Musas del desamor”. Mata al amor para que no te mate, la mejor opción de las posibles.

Precisión en lo contado, variedad de registros, tramas envolventes y finales con sorpresa son los mimbres que hacen de “Musas del aire” un texto ágil, de fácil lectura y gran capacidad de sugerencia. Ojalá disfruten ustedes con sus páginas tanto como he disfrutado yo. Enhorabuena, querida amiga, y mucho éxito en próximos empeños.

RAFAEL SOLER

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