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GESTIÓN DEL TIEMPO EN EL TRABAJO DIARIO

Portada CONTROLA 2ªed.

Gestión del tiempo en el trabajo diario

  •  Utilice agenda. Pretender recordarlo todo es una tarea inútil.
  • Planifique por adelantado siendo objetivo y teniendo en cuenta la realidad de su trabajo: interrupciones, tareas especialmente costosas, retrasos habituales por imprevistos, conflictos…
  • Si piensa que algo va a llevarle diez minutos, cuente quince o veinte.
  • Distinga entre urgente, importante y menos relevante, establezca prioridades y dedíquele un tiempo diario a cada grupo correspondiente de cuestiones.
  • Tenga en cuenta que lo urgente, a veces, sólo es importante para otros.
  • El tiempo dedicado a lo importante es el más efectivo.
  • Agrupe las tareas por similitud y realícelas en la franja horaria más conveniente: por ejemplo, las llamadas mejor a primera hora (antes de que se inicie alguna reunión). Si no es posible agruparlas, revíselas con una periodicidad que no distorsione demasiado su planificación.
  • Conozca cuál es su momento de máximo rendimiento a lo largo del día y aprovéchelo para los cometidos que exijan mayor desgaste intelectual o físico.
  • No convierta en un hábito el aplazamiento de tareas.
  • Aprenda nuevas técnicas para organizarse mejor.
  • No se disperse. Concéntrese en lo que está haciendo en ese preciso instante.
  • Reserve algún rato para descansar, pensar y organizarse.

(María Ángeles Chavarría, de Controla tu tiempo, controla tu vida)

Rozar con CUENTOS gotas

EL REFLEJO DEL YO

 Portada Pincelada con matices

Calambreaban todos mis músculos. Conocer al yo. Exactamente no presentía el efecto. Todo era cuestión de columpiarse en el destino. Quería ver del fondo.

El pozo era profundo. Tantas veces me había acercado a él y ninguna me llegué a asomar. ¿Por qué? El agua reflejaba las vacilaciones, los miedos, los trucos cotidianos para sobrevivir. El agua también reflejaba esos deseos acurrucados en el vientre de los sueños. Aireaba pequeñeces descontroladas. Hacía revivir relajaciones frente a las disposiciones bien dispuestas. Irradiaba la propia insignificancia. Agua escalofriada. Agua repleta de símbolos, de sinestesias, de epanadiplosis, de onomatopeyas. Agua vestida de fugacidad. Agua sincera.

Emborroné mis prejuicios. Taché del atlas mis cegueras. Di unos pasos al frente. Quise dejar atrás al muchacho grillo. Cri, cri. Me escondía tras un arbusto. Cri, cri. Nadie escuchaba mis criqueos. Faltaba energía en mi voz. No más muchacho grillo. Muchacho engullido por el bosque-sombra. Muchacho llama. Muchacho anhelante de caricias.

Primera visión. Espanto. Lógica debilidad. Se ha quebrado el mar del mundo. Pataleo. Duerme la nostalgia. Despierta la extrañeza. La inocencia muere. Y yo solo. Indefensión conjurada por un hilo de burbuja. ¿Resentido? Soy un títere en cuerda floja. Una cometa sin mano. Un tarareo sin letra. Algo por definir.

Me diluyo en el enigma. Aspiro el brillo reflejado. El contacto envuelve mis fronteras. Ya no puedo parar. Tengo que sumergirme por completo. Frío. Calor. Tristeza. Dicha. No sé si levantarme o entregarme a la verdad desorbitada. La vida se ha vaciado de recatos. Las luces han fruncido un cuestionario. ¿Quién soy? Dímelo agua. Dímelo espejo. Demasiada ambición llegar al fondo. La vida es huraña con las preguntas. Y quedan demasiadas.

Ya no canto en susurros. He descongestionado mis pulmones. Ya no oculto mi desarmonía. Sigo buscando huellas. Soy un hombre palabra. Un hombre piel. Un hombre que se busca. Como todos.

(María Ángeles Chavarría, de Pincelada con matices)