Rozar con CUENTOS gotas

LA HORA TONTA

LA HORA TONTA

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Estoy en esa hora en que todo se detiene. El mundo se paraliza mientras descanso. Mi sopor es pacífico. El mar en agosto avanza lento como mi sueño. La terraza me acuna. La televisión de fondo se convierte en portavoz de nanas. El paisaje se va cerrando lentamente al compás de mis párpados. Caen, caen, caen… Duermo.

La luz del atardecer acompaña mi letargo. Una brisa ligera me refresca mientras todos mis músculos se han desmayado para entregarse a la siesta. El sonido del mar ha penetrado en el inconsciente. La playa está llena de contrastes. Ese sueño ligero todavía no ha eliminado todas las sensaciones. Sigo sintiendo el suave soplo del viento. No me esfuerzo por abrir los ojos. Pesan como esponjas mojadas. Sigo sesteando. Sigue leyendo «LA HORA TONTA»

Rozar con CUENTOS gotas

Fotografías de qué sé yo

FOTOGRAFÍAS DE QUÉ SÉ YO

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La hierba o la fábrica. Todo desfallece ante su clic. Flash y permanencia. Una obsesión. Captar la esencia de la esencia.

 

El tiempo mata los gritos de los objetos. Fotografío para no olvidar. Para no dejar a una vajilla muerta. Destartalada por el desamor.

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No sé qué quedará. La imagen salva. Quiero salvar los pétalos del fin. La risa descontrolada de un movimiento. La tibieza de una mesa camilla. Unas manos gastadas. Un gesto que no tiene antecedentes.

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Un día me propuse fotografiar la pena. Logré captar la tristeza, la ternura, la soledad. Transporté el objetivo a la piel de los entes y los seres. Puse mi corazón en una lente. Lo dejé a la intemperie. Niebla. Filtros. El mundo era una gran fotografía. El mundo se dejaba mirar por mis ojos. El marco era el único límite. Desnudo en blanco y negro. Alma en color.

 

El mensaje pervive despechado. Los álbumes soportan los silencios. Relojes. Risas. Rostros. Rituales. Ese sabor a esencia duerme ahora en negativos.

María Ángeles Chavarría (de Pincelada con matices)

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Retorno a la infancia

RETORNO A LA INFANCIA

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He retornado a la infancia. Ese periodo liberador, pese a las prohibiciones, en que todo parecía ir bien. Entonces, ensimismada, silenciosa, tímida, jugaba mi papel de misteriosa y me refugiaba en la introversión para observar sin límites. Comportamientos, paisajes, interiores… todo entraba en mi mente y todo salía de ella coloreado por mi peculiar visión de la vida.

Ahora me encuentro un tanto perdida y no logro dar con los tonos adecuados para sombrear con pinceladas dulces un espacio abrupto, incoherente e injusto. Ahora, mis preguntas son más complejas que antes y lo más doloroso, para alguien que, como yo, cree en los sueños, es que la imaginación no siempre es válida para resolver los enigmas.

Por eso he retornado a la infancia, para volver a creer en lo imposible, para volver a sumergirme en ese mundo idílico de fantasía, para llorar sin complejos de adulta, para recibir ese abrazo, dulce, tierno, apacible, y que una voz cálida y segura me diga que todo está bien.

Niño frente a lago

María Ángeles Chavarría, de Pincelada con matices